jueves, 11 de junio de 2015

XIII Certamen Literario "Miguel Ángel Torralbo"

El ganador de esta edición del XIII Certamen Literario "Miguel Ángel Torralbo" convocado por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura ha sido Aarón López Pedrajas de 1ºBachillerato A.
¡Enhorabuena!

Desde aquí nuestro reconocimiento y agradecimiento a los demás participantes:
-Iván Sánchez. 2º A
-Violeta Vicaria. 3º C
-Andrea Moreno. 1º Bachillerato A
-José Luis Vicaria. 2º Bachillerato

Aquí tenéis el magnífico relato.

Avanzo por el pasillo con paso firme, con la mirada clavada en ella. Cuando la alcanzo, me dice entre besos, mientras introduce la llave en la cerradura: - Me ha encantado la cena, cariño. - A mí me encantas tú - le pago con la misma moneda. Da gusto ver que no tienes que hacer absolutamente ninguna tarea: la cama hecha, velitas encendidas... Unas vacaciones nunca vienen mal, y si es en crucero, mejor. Mientras Lisa se dirige a la ducha para ponerse el pijama, llamo por teléfono para que nos traigan algo de bebida y podamos relajarnos. - ¿Estás seguro de lo que me contaste ayer? - me pregunta mi mujer al salir del baño. La cuestión me pilla por sorpresa. -Completamente. Además, sabes que la pericia es la pericia, y cinco años introduciéndome en ordenadores ajenos es mucho tiempo. Aunque no lo creas. Ella se detiene un momento, meditabunda. -Pero no puede ser - anda de un lado a otro, frotándose la barbilla suavemente con la mano derecha-. Esta es una compañía de lujo, ¿para qué quieren más dinero?
Estoy a punto de abrir la boca para contestar, pero unos nudillos en la puerta me lo impiden. Abro, y veo que un camarero vestido con pajarita negra y camisa blanca trae mi petición en un carro adornado de manera exquisita. -Buenas noches, señor- me dice el chico, solícito-, permítame que yo mismo les sirva. Lisa y yo nos miramos, cómplices. ¡Esto es el paraíso! Debería dejar el trabajo de informático por una temporada; es demasiado estresante, y me hace que, cuando salga de casa, me quede anonadado ante semejantes actos de educación. Tal vez mi sonrisa histriónica haya incomodado al muchacho. -¡Maldita sea! ¿Por qué no me he podido traer la gorra? Mientras le ofrezco la mía, le sonrío. Ella también. La reciprocidad ha sido uno de los factores que, sin lugar a dudas, mantiene avivada la llama de la pasión en esta pareja. Pero no podía ser de otra manera: Lisa es un sol. Nuestra caminata hacia el Mirador de las Sirenas se detiene por un momento por culpa de Juan, el camarero de ayer. Nos entretiene un rato con fruslerías, y empiezo a cansarme, pues el guía turístico cada vez está más lejos. - Lisa, vete; después te alcanzo. -No te preocupes por mí; apenas tengo calor - bromea, pasándose la palma de la mano izquierda por la frente sudorosa. Nos besamos de manera rápida y se va. -Pues bien, señor Marco... lo que quería decirle es que el capitán del barco desea verle. - ¿A mí? ¿El capitán del barco? No doy crédito a mis oídos. Yo nunca he visto a ese señor; solo sé que tiene por nombre Andrés. ¿Para qué querrá verme? -Oye, ¿y tiene que ser justo en este momento? -Eso me temo. -Le reúno aquí, señor Marco, para hacerle una, digamos, solicitud. Sé que tenía una visita al famoso mirador, pero esto requiere más urgencia. Lo siento; le pagaré el dinero de la excursión - me sonríe, y la cara se le inunda de arrugas-. Juan, trae vino. El camarero nos sirve y, acto seguido, Andrés comienza a hablar. Mientras le escucho, voy bebiendo poco a poco de la copa. Le presto suma atención, pero se anda por las ramas. Eso me pone nervioso, así que echo un vistazo a la sala. Me quedo de piedra cuando veo, junto a la pata de una mesa, cajas. Las identifico rápidamente, pues ya me he cruzado con ellas en más de una ocasión: cajas de droga. Cuando abro los ojos, la cabeza me da vueltas. Lo primero que veo es cielo azul; estoy tumbado. ¡Estoy tumbado! Me pongo en pie con agilidad. ¿Dónde diablos estoy? No recuerdo haber entrado en esto que, aparentemente, parece una isla. Lisa. Con el corazón dislocado, tomo una mochila raída que está a mis pies. Estoy descorriendo la cremallera, y por mi mente solo pasan pensamientos angustiosos. Una libreta y un lápiz. En la primera hoja, lo siguiente: Los informáticos, a veces, metéis las narices donde no debéis. Por eso queremos hacerte un pequeño regalo: abandonarte a tu suerte en una isla totalmente incomunicada. Aliméntate de lo que encuentres; Lisa ya no estará para ayudarte a hacer la cena. Yo te dejo agua y algo de comida para que el sufrimiento se alargue todo lo posible. No. No puede ser. ¡Esto no puede estar pasando! Grito en voz alta, estirándome con fuerza del pelo. ¡Tendría que haber hecho caso a Lisa y no haber espiado los ordenadores principales! Las olas del mar me despiertan, pero no abro los ojos. Quiero pensar que mi mujer está aquí, conmigo. Quiero pensar que nada de esto ha sucedido. Quiero, en definitiva, salir de esta situación insoportable. Pero no lo voy a conseguir. Por eso cojo de mi mochila un lápiz con la punta a punto de romperse. No he terminado de escribir el mensaje cuando el grafito se parte. Me quedo por unos momentos inmóvil. Enrosco el papel, lo introduzco en una de las botellas y lo arrojo con todas mis fuerzas al mar, gritando, por si acaso mi esposa puede oírme. Me conformaría con que recibiera mi último "te quiero". A pesar de estar incompleto. Como yo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario