viernes, 7 de febrero de 2014

El retrato de Carlota

Durante la mañana siguiente a mi llegada, todavia la ciudad estaba sumida entre la niebla. Los palacios del otro lado del canal  se veían matizados fantasmalmente por el blanco aire.
Por alguna extraña razón presentía que, igual que la niebla escondia la ciudad a mis ojos, algo misterioso se escondía dentro de la casa de mi tía. Después de mirar el retrato cada vez que bajaba las escaleras, me quedaba convencida de que la dama del cuadro quería comunicarse conmigo.

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